Queridos Ducatistas, paso a relataros a quien tenga la gana de leerlo mi viaje con la monstrua de Madrid a Huesca.
No sin poco esfuerzo convencí a Melissa para que fuéramos al Pirineo. Ella es de Bélgica, y está más que harta de la lluvia y los días nublados, y lo que le mola es tirarse al sol como los lagartos. Pero finalmente por complacerme dijo que venga, que fuéramos a los *** Pirineos Nos presentamos yo (izq) y mi compi (der)
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Para ella buscamos autobuses, y yo me decidí enseguida a ir en moto, con muchas dudas, pero muchas ganas.
Empezamos con la preparación del monstruo comprando el Calleja aceite, bujías, lámparas de repuesto para restregárselas a los civiles (¡¡¡¡20€ cuestan!!!), grasa para la cadena (más) y líquido de frenos.
De ahí al garaje del japo Dreed, decidimos que cambiar el aceite en caliente es para valientes y lo dejamos enfriar.
Cambiamos las bujías, las antiguas las sacamos limpias y secas :). Lo del líquido de frenos mejor ni lo cuento.
Aquí la moto había estallado pero la arreglamos :lol:
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Pa que no nos llamen warras :twisted:
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Melissa salió al día siguiente al mediodía llevando el equipaje y yo me llevé en la moto la tienda de campaña y el colchón hinchable. Así nos despedimos en la estación y salí rumbo Zgz.
Nada muy destacable de ese primer tramo, buen ritmo con dos paradas. Una alegría increíble, buen tiempo, el terreno bacheado que me destrozaba la espalda, un par de coches que me adelantaron uno sacando una L con la mano al que respondí con unas ráfagas, y otro con el pulgar hacia arriba al que asentí contenta.
¡¡Cómo nos gustan las Ducati leñe!!
Zaragoza es caótica para conducir, tanto como el norte de Madrid. Acabé un poco hasta las narices de conducir allá. En principio íbamos a dormir en la calle pero se echó a medio llover un par de veces, por lo que encontramos un hostal, súper pequeño y humilde pero limpio.
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Al día siguiente Melissa cogió su respectivo autobús y yo la carretera hacia Huesca. Sigo muy asombrada de la poca gasolina que bebe la bicha esta, yo había calculado más del doble sólo en gasolina y nada de eso.
Hacia Huesca sin problemas, pasamos Jaca y rumbo a Sabiñánigo, nos adentramos en unas montañas donde las temperaturas bajan drásticamente y me empiezo a congelar, carril de lentos petao de traillers que me ponen de mal humor, suelo húmedo, aún voy más despacio, ya no siento las manos, socorro no habrá una puto área de servicio en este lugar. Todo ese tramo lo hice entre una manada de traillers que me sacaron de quicio, al menos no me dieron golpes de aire… a la ida
Paro para darme cuenta de que he olvidado el mapa de carreteras en Madrid y empiezo a jurar y blasfemar, hasta que un señor muy amablemente me indica hacia donde tengo que seguir.
Cuando llegues a Biescas, coges el desvío de Broto - Ainsa. Y se sonríe y me dice que tenga cuidado en esa zona.
Así que sin saberlo estaba yendo hacia la carretera donde más he aprendido con la moto. Yo no la conocía y tampoco estaba muy segura de dónde estaba el camping que habíamos elegido, estaba en alguna parte de esa carretera.
Esa carretera, que al principio la llamaba “puta carretera”, no tiene ni 10 metros en recto, es todo curvas, hacia un lado hacia el otro, abiertas cerradas, 4 ondulaciones seguidas para que te diviertas, luego una herradura para recordarte quién manda aquí, sigue así durante 20 min, y llegarás al pueblo de Viu de Linás, cuatro casas y un camping más grande que el pueblo.
Lo había conseguido vivaaaaaaaaaa! No os podeis imaginar el subidón. Después de dejar la moto tienda y demás me fui corriendo a la carretera a esperar a Melissa que todavía debía de tardar en autobús, me tiré en la yerba al sol con todo el equipo aún a comer kikos, vino Melissa montamos la tienda y en el camping muy amablemente nos dijeron que no nos podían prestar un hinchador, sólo venderlo, ¡¡qué bien!! Pero yo no me compro un hinchador como podeis ver
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Lo que más nos extrañaba del camping esque estábamos solas. No había ni una sóla tienda más, sólo caravanas en las que no había nadie. Pronto nos daríamos cuenta de porqué.
El camping no estaba al pie de Valle de Ordesa, eso eran otros, como el de San Antón por ejemplo, así que cogimos la moto para irnos a explorar el terreno. Gracias a Babou por dejarnos la chaqueta con protecciones para Melissa.
Los cascos y chaquetas los dejamos en más de una ocasión escondidos, con un cartel que ponía “Por favor, No robar!! Vamos en moto!”
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Nos atiborramos de moras que cogíamos en las zarzas con sus consecuentes visitas al baño. A las 8 allí ya no se ve nada, así que estábamos en el camping sólas haciendo el canelo, sin linternas ni velas ni nada, y empezó el frío.
De madrugada era insoportable, ya sabíamos porqué no había nadie más en el camping, nos arrejuntamos una con otra en los sacos de dormir, nos despertábamos tiritando, afuera hacía el mismo frío que adentro y la única opción eran las duchas de agua caliente del camping.
Cuando a las 11 el sol pegaba ya en nuestra tienda nos atrevimos a asomar la nariz.
Primero fuimos a hacer senderismo al Valle de Ordesa. Nos hizo un día estupendo y a la chica de la playa le salió la vena cabra y me dejó bastante sorprendida al gustarle los atajos llenos de zarzas y roca, eso sí, siempre que parábamos tenía que ser al sol.
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Unas cuantas fotos de algunas excursiones en Ordesa.
Cascada del Estrecho
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Melissa al pie del Valle
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La cola de Caballo
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Yo comiendo zanahorias que me encantan
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Melissa cruzando el valle
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Luego a la tarde bajamos a Sabiñánigo en la moto para comprar un edredón y no congelarnos.
Lo compramos con toda la felicidad del mundo incluyendo la del comerciante, y luego a ver cómo coño subíamos con un edredón en la monster.
Se nos hizo de noche.
Melissa, que es una chica la mar de práctica, pidió por ahí una cuerda y doblando el nórdico en dos me lo ató a la cintura y lo colocamos sobre el depósito.
Abultaba demasiado para poder conducir cómodamente, pero no me quedaba otra. Ya era noche cerrada y las luces de la monster, que alumbran parecido a las de una bici, hacían lo que podían para abrir ese paisaje negro ante nosotras.
La “puta carretera” con paquete y edredón. Apenas podía mover el manillar así que fuimos subiendo lentísimo y con una tensión horrible, Melissa nada más se bajó se echó a vomitar la pobre de los nervios que había pasado.
Pero dormimos como reinas, sin apenas frío.
Melissa con un despertar estupendo debajo del edredón nuevo
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Melissa le puso el nombre a dos curvas de la “puta carretera”, que eran bastante chungas. Y siempre que las veía decía “vaaaaamos neeeeeeeeeeeeeeeeeeeng” jaja lo que me he reido en la moto con esta loca detrás.
Aquí bajamos a Bolaña donde oh maravilla! Había cobertura. Melissa trató de robarme la moto, menos mal que no sabía dónde estaba el embrague y no pudo escapar.
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Brevemente os pongo algunas fotos de cuando fuimos a Francia y nos dimos la vuelta en la frontera porque se nos hacía de noche.
Yo con la monster
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Yo en uno de los pocos pantanos que no encontramos secos, pero sí con mucha playa.
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Mi foto favorita, me encanta, de la frontera de Francia:
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Trataré de resumir la vuelta:
En Zgz, a las 4 de la mañana me despertó el viento. Golpeaba la persiana y estaba armando un escándalo de cojones.
Cerré la ventana y sólo desee para que no fuera el famoso cierzo.
Pero cuando nos levantamos por la mañana ya vi que no iba a tener más remedio que conducir con un vendaval. De nuevo me despido de Melissa en la estación y salgo de Zgz. A los muy pocos Km por la A2, el viento era tan fuerte que me empecé a asustar de verdad. Había cajas volando por la autopista, y a mí se me hacía difícil acostumbrarme a la nueva posición de la moto, que era inclinada hacia el lado desde el que venía el viento. Pero igual te venía fortísimo por el otro y casi te tiraba.
Adelanté a un trailler que iba exageradamente despacio y el golpe de aire al pasarle, a pesar de que me lo esperaba, fue tan bestia que decidí parar, me esperé unas dos horas y reanudé viaje hacia Madrid, con mucho viento, demasiado, pero cantando a grito pelado.
Y esto es todo.
Un 10 para mi moto, que arrancó a la primera cada día, y ha sido la gran protagonista del viaje.
Y otro 10 para Melissa, por haberse sabido portar tan bien, en especial con la moto.