Esta es la carta que el señor Fermi Fernandez publica este mes en la revista Moto viva, como me he visto aludido y muchos de vostros tambien , la cuelgo .
Carta a un conductor desconocidoPosted by Fermi Fernandez Published in OpiniónEstimado loco al volante:
El pasado jueves casi me matas. No deberías pasar de los veintipocos años, gafas de aviador y frente despejada hasta la nuca. Ibas con tu nuevo y flamante Golf azul eléctrico tuneado por una autopista cualquiera. Da igual si es la AP2, la AP7 o la AP 45. Con las autopistas pasa igual que con las putas, no te importa como se llamen, aunque pagues religiosamente; al fin y al cabo la pasta que pagas se la lleva otro, sea caja, banco o empresa, que hace las veces de chulo, macarra o lo que sea.
Bueno, pues eso… que iba yo con mi moto por esa autopista española cuando, de repente, aparece ante mí una señal que indica la eliminación del carril izquierdo por obras. Por lógica, me aparto hacia la derecha, y me coloco en el carril del medio. Era imposible ponerse en el tercer carril de la derecha: un voluminoso trailer de una empresa de naranjas valencianas lo ocupaba ampliamente. Y tú, que ibas chupando rueda y apretando, intentas adelantarme sin ver -ya que tu pequeño cerebro no procesa tanta información- la señal que obligaba a colocarse hacia la derecha, por las susodichas obras en la autopista.
Obviamente, entre que yo no puedo colocarme más a la derecha por el trailer, y tú que intentas adelantarme, te ves obligado a:
Opción A) Cargarte la señal de indicación y comerte unos cuantos conos.
Opción B) Cargarte al motorista que está a tu derecha, o sea, un servidor.
Opción C) Frenar y colocarte detrás mío.
¿Respuesta correcta? Intentar cargarse al motorista pegando un volantazo, claro. Después del coleo de mi moto, clavando los frenos intentando no meterme debajo del tráiler, te dedico una sonora pitada dejandote pasar. Tu reacción, lejos de pedir perdón por la peligrosa maniobra, se resume en un levantamiento de dedo, como queriendo decir “aquí me pongo yo el anillo”. Recuerdo que me acordé de todos tus familiares, incluso los fallecidos, a los cuales felicito desde estas líneas por haber tenido la suerte de no haberte conocido. Y recordé también a tu madre ¡pobre mujer! que no sé si tiene el oficio que yo le supuse pero que, seguramente, vive en la inopia pensando que su hijo es una buena persona… aunque acostumbre a meterse por la nariz esos polvitos blancos que lo ponen de tan buen humor.
Y en ese momento me pregunté como conseguiste sacarte el carné de conducir: ¿ A quién engañaste? ¿Dónde estabas el día que dieron la clase de seguridad vial y de respeto a los otros conductores? Ya sé que la asignatura no existe pero… ¿no cabe en tu diminuta cabeza que los que pasamos por una autopista no estamos de fi esta todo el dia? ¿No sabes que igual que tú, hay viajantes, ofi cinistas, padres, madres, hijos, niños, familias, que utilizan las mismas vías que tu usas como tu circuito particular, para llegar al lugar dónde trabajan? ¿Tienes idea del dolor que se siente cuando te dicen que un familiar tuyo se ha quedado a cachitos en el asfalto? ¿Sabes lo que es el sentido común?
Seguramente sí lo sabes. Bueno… lo del sentido común te suena a sánscrito, ya me lo imagino… ¿Pero no te importa lo más míni- mo, no? Tu mundo son las cuatro paredes de tu habitación, tus colegas, tu novia y poco más. Al fin y al cabo, seguramente, tendrías los santos cojones de pedir una indemnización a la aseguradora por los desperfectos ocasionados en tu coche, si el accidente llega a producirse; como le ha pasado no hace mucho a un peatón al que un descerebrado como tú dejó sentado en una silla de ruedas y con una pierna ortopédica.
¿Sabes lo peor de todo? Que si se llega a dar el caso del fatal desenlace, la gran mayoría habría pensado que me hubiera salvado si en lugar de ir en moto hubiera ido en coche. ¿Te das cuenta? La culpa no es tuya. Es también un poco mía por haber elegido un medio de locomoción como la moto. O sea, que sigue conduciendo así. Tranquilo. Siempre puedes tener la suerte de encontrar un juez dispuesto a darte la razón, con indemnización incluida.
Sólo queria que lo supieras. Afectuosamente,
El tío al que levantaste el dedo corazón; eso mismo que tú no tienes.